¿Cómo gestionar las emociones de un niño?

Un niño tiene un estado emocional que cambia de forma constante, se mueve en picos desde lo más alto a lo más bajo y viceversa. Su atención va cambiando a cada instante, y no les resulta fácil mantenerla fija en un solo punto, por ese motivo sus emociones se va moviendo al ritmo de su atención. Si ellos miran algo que les agrada internamente sienten una emoción de alegría, si por el contrario ven algo desagradable les genera una emoción de rechazo o tristeza. Las herramientas que tienen ellos para poder gestionar ese tipo de situaciones son el llanto, el enfado, la rabia o simplemente chillar.

Cuando un adulto está en contacto con un niño, es posible que a menudo entre en la emoción del niño y se deje atrapar por ella. Si el niño está enfadado el adulto se enfada, si el niño está alegre el adulto se mueve en la alegría, si el niño está triste normalmente el adulto intenta alegrar al niño y no entra en esa emoción. Y entonces ¿por qué el adulto no entra en la emoción de la tristeza y sin embargo la rabia le atrapa de lleno?

A menudo suele ser porque la rabia de un niño es mucho más potente que su tristeza, la tristeza te va atrapando poco a poco, mientras que la rabia es inmediata. Si contemplamos que todas las emociones son vibraciones, y que tanto podemos movernos en una vibración elevada como en una emoción de baja vibración, y la emoción de una persona puede atrapar a otra, pues desde esa perspectiva podemos trabajar para que las emociones de los niños no nos atrapen.

Si un adulto está en un lugar concreto, bien pueda ser una tienda o en el super, y un niño entra en rabia porque quiere que le compren algo, o bien porque se quiere ir a casa a jugar, el adulto puede gestionar sus emociones para que la vibración de enfado del niño no le atrape. Para ello en ese momento puede respirar y observar su zona abdominal, mantener la relajación muscular en esa zona, permitir que la respiración expanda y el abdomen vaya hacia fuera y hacia dentro. De este modo estaremos consiguiendo relajar y mantener las emociones dentro de una estabilidad, si no nos atrapa la emoción del niño es más fácil gestionar esa situación desde la calma y percibiréis como poco a poco vuestra vibración va calmando al niño. Esto es debido a que si las emociones pueden cambiar la vibración de una persona, manteniendo la calma este proceso se puede invertir, y sobre todo, cuando se trata de que un adulto transmita un estado de tranquilidad a un niño .

Una vez hemos logrado que el niño se calme, podemos esperar a que el este en un estado más receptivo y es ahí cuando podemos hablarle del comportamiento que ha tenido. Desde la calma, el amor y la apertura siempre podremos llegar de corazón a corazón, pues nos estaremos moviendo en una vibración de amor y comprensión. Los niños poco a poco irán comprendiendo e integrando, si esta pauta la vamos haciendo de forma diaria, no sólo le habremos transmitido a los niños como conectar con la calma a través de nuestro ejemplo, sino que además nosotros habremos aprendido a autocontrolarnos.

Resumen para mantener la calma en la tempestad

1º Paso
En primer lugar, cuando una situación comience a desbordaros, llevar vuestra atención al abdomen e intentad mantener una respiración fluida y relajada. Para ello debéis permitir que vuestra zona abdominal se expanda hacia fuera con la inspiración y vuelva a su sitio con la espiración. Antes de reaccionar intentad conseguir esto, sin quitar la atención de esta zona y manteniendo este estado de relajación abdominal, podéis gestionar con calma la situación.

2º Paso
No le des importancia a lo que pensará la gente de vuestro entorno, porque el mejor ejemplo que podéis mostrar es un estado de calma ante la tempestad. Cuanto mayor sea la tempestad emocional, más calma debéis intentar tener y de ese modo estaréis ayudando a los niños a conectar con la tranquilidad.

3ºPaso
Cuando los niños estén receptivos es el momento de hablar con ellos e intentar explicarles la situación para que puedan comprenderla, desde ese estado ellos pueden integrar mejor y poco a poco empezarán a cambiar su comportamiento si de verdad llegan a comprender. La paciencia del adulto nunca se debe agotar para este tipo de situaciones, pues de ello depende el aprendizaje del niño.


Consulta escrita por Liberto Bosch




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